Lecturas del Jueves 4 de octubre. 26ª semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro de Job 19,21-27

Job dijo: «¡Piedad, piedad de mí, amigos míos, que me ha herido la mano de Dios! Por qué me perseguís como Dios y no os hartáis de escarnecerme? ¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre; con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Vengador y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré y no otro, mis propios ojos lo verán. ¡Desfallezco de ansias en mi pecho!»


Palabra de Dios

Sal 27,7-9,13-14


R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida

Escúchame, Señor, que te llamo,
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.» R/.

Tu rostro buscaré, Señor,
ne me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida. 
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

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Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-12

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Palabra del Señor

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El diálogo de Job con sus tres amigos llega a la cima, éstos no hacen más que repetir, que los sufrimientos de Job son causados porque él  es culpable ante Dios, pero Job sigue confesando que es inocente. Para Job no hay mayor tormento que tener que resistir a las excesivas palabras de sus amigos. El diálogo, prolongado durante diversos días, ha extenuado verdaderamente a Job. El sufrimiento más fuerte con que se enfrenta ahora es no conseguir proclamar su inocencia. Su prueba consiste en considerase inocente, pero no puede probarlo, ni ante Dios ni ante sus amigos.

Job piensa dejar por escrito su defensa, para que, un día, tal vez nosotros le hagamos justicia, pero esta solución no le convence, piensa también en apelar al supremo defensor, para que le haga justicia: " Pues yo se que mi defensor(Go´el) está vivo". Este Go´el, según la Ley judía, es el único testigo que puede ser oído como defensa. Después de haber insultado a Dios, le llama ahora defensor, redentor.

El sí total del corazón a Cristo por parte de quien sigue al Maestro irradia y se convierte en la fuerza de la misión evangélica. La iglesia no tiene otra misión que continuar la obra de aquel que la envió. Los doce apóstoles son el fundamento de la misión de la iglesia. Junto con ellos, Jesús eligió a otros. El Evangelio se refiere a los setenta  y dos discípulos que anuncian el mensaje   del Reino. El número doce recuerda a las doce tribus de Israel. El número setenta y dos remite a los setenta y dos pueblos de la tierra enumerados en Gn 10. La misión de los discípulos constituyen el signo de todos aquellos que el dueño de la mies llama para anunciar el Evangelio.No se trata, de una empresa humana, de algo que dependa de nuestra capacidad, se trata del Reino de Dios.

Los obreros del Reino, no son aquellos que lo anuncian como Cristo mismo en persona. Es Él quien envía, quien toma la palabra, quien actúa. Se trata de dejar hacer a Jesús más que de hacer nosotros mismos. Lo importante es ser como Él, adoptar su estilo, con su acontecer y sus frutos y gracias a ello con su alegría. El Señor nos llama  a no lamentarnos de los tiempos y dificultades de la misión, debido que las dificultades son un signo de la misión, signo del Reino. El signo con el que viene el Reino. Son la obra del Espíritu Santo. El Señor pide a sus discípulos que no se preocupen, porque Él no quiere que caigamos en la ansiedad, porque la misión es un milagro del Señor. 

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