Lecturas del Martes 20 de noviembre. 33ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura del libro del Apocalipsis 3,1-6.14-22
Jesús ha entrado a Jericó y está atravesando la ciudad cuando se encuentra con Zaqueo, un hombre bastante rico y jefe de publicanos. Zaqueo quería ver a Jesús, no era su pequeña estatura lo que impedía, sino también su lejanía sicológica y espiritual. Zaqueo es un hombre que busca la verdad en Jesús, pero Jesús toma la iniciativa, levanta la mirada e invita a Zaqueo que baje del árbol. Zaqueo tiene un encuentro personal con Jesús e inicia en él un proceso de conversión, por que la gracia de Dios ha llegado a su casa a su vida y lo ha transformado totalmente, porque tuvo una apertura al don de la salvación.
Zaqueo después de haber recibido a Jesús en su casa, haciendo caso omiso a las murmuraciones de la gente por considerarlo un pecado público, decide dar la mitad de sus bienes a los pobres y en caso de fraude, restituir cuatro veces más. Su fe es una fe eficaz, una fe que no tarda en traducirse en opciones concretas con gestos de benevolencia con el prójimo sobre todo con los pobres. Sabemos que la fe debe traducirse en buenas obras, porque de lo contrario no es auténtica.
Yo, Juan, escuché al Señor que me decía:
«Escribe al ángel de la Iglesia en Sardes:
“Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tus obras, tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Sé vigilante y reanima lo que te queda y que estaba a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas delante de mi Dios. Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete. Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes en Sardes unas cuantas personas que no han manchado sus vestiduras, y pasearán conmigo en blancas vestiduras, porque son dignos.
El vencedor será vestido de blancas vestiduras, no borraré su nombre del libro de la vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea:
“Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Porque dices: ‘Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada’; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas. Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».
Palabra de Dios
Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5
R/. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono.
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.
El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 19,1-10
En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Palabra del Señor
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Zaqueo después de haber recibido a Jesús en su casa, haciendo caso omiso a las murmuraciones de la gente por considerarlo un pecado público, decide dar la mitad de sus bienes a los pobres y en caso de fraude, restituir cuatro veces más. Su fe es una fe eficaz, una fe que no tarda en traducirse en opciones concretas con gestos de benevolencia con el prójimo sobre todo con los pobres. Sabemos que la fe debe traducirse en buenas obras, porque de lo contrario no es auténtica.
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