Lecturas del Lunes 9 de octubre. 27ª semana de Tiempo Ordinario

Comienzo de la profecía de Jonás 1,1–2,1.11


Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."» Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente. 
El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.» 
Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»
Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?» 
Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.» 
Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?» Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. 
Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?» Porque el mar seguía embraveciéndose. 
Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.» 
Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres.» 
Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.



Palabra de Dios



Jon 2,3.4.5.8


R/. Sacaste mi vida de la fosa, Señor

En mi aflicción clamé al Señor 
y me atendió; 
desde el vientre del abismo pedí auxilio, 
y escuchó mi clamor. R/. 

Me arrojaste a lo profundo en alta mar, 
me rodeaban las olas, 
tus corrientes y tu oleaje 
pasaban sobre mí. R/.

Yo dije: «Me has arrojado de tu presencia; 
quién pudiera ver de nuevo tu santo templo.» R/. 

Cuando se me acababan las fuerzas 
me acordé del Señor; 
llegó hasta ti mi oración, 
hasta tu santo templo. R/.



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Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,25-37


En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» 
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» 
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» 
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.» 
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» 
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» 
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

Palabra del Señor

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El libro de Jonás es un relato didáctico, donde Dios es el maestro que quiere dejarle una enseñanza.  Fue escrito en un contexto judío de celosa defensa de la propia identidad. Jonás, de una forma paradójica y repleta de humor, ridiculizando esta mentalidad nacionalista y exclusivista, a través de un relato vivaz, agudo y grotesco, demuestra que Yahvé no es exclusivo del pueblo de Israel, sino que también es Dios de los paganos, hasta de los enemigos más acérrimo de Israel. El prototipo de estos enemigos es la ciudad de Nínive, capital de le feroz y odiada Asiria, que había conquistado el reino del Norte de Israel, deportado a los principales ciudadanos como esclavos e instalado      grupos de otras nacionalidades en el norte de Palestina.

El profeta Jonás representa la mentalidad más cerrada del judaísmo y es enviado a predicar la conversión de esta ciudad. Es normal que un judío de este tipo, descrito con rasgos caricaturescos desgarbado y bobalicones, sienta horror ante una misión tan absurda, horror  que expresa con una huida hacía las columnas de Hércules, o sea, el lugar más lejos posibles de ese en el que se encuentra la detestada ciudad. El Señor sabe vencer la esquivez del profeta y Jonás comienza una aventura, perseguido por la mano de Dios, que a través de la tempestad, los marineros, el cetáceo, lo lleva al punto de partida.

Los marineros paganos son presentado con simpatía, son hombres religiosos que manifiesta el temor de Dios y sacrifican al profeta reacio. por tanto, entre los paganos hay personas buenas, dispuestas a escuchar las señales que vienen de Dios. Sin embargo, no todos los miembros del pueblo de Dios presentan comportamientos edificantes, es el caso del profeta fugitivo.

Este relato se hizo popular en la antigüedad, hasta el punto que el mismo Jesús lo  recordará como tipo de la resurrección. Los primeros cristianos recurrieron este relato para atestiguar su fe en la resurrección, representando los acontecimientos de la vida de Jonás.

El Evangelio nos relata algunos rasgos fundamentales para ser verdaderos discípulos: ayudar al prójimo que se encuentra en dificultades, el primado de la escucha de la Palabra, la oración esencial (Padre Nuestro).

La parábola nos aclara el segundo mandamiento. Al escriba que le pregunta, quién es el prójimo, Jesús le responde dándole la vuelta a la pregunta: ¿ Quién de nosotros es verdaderamente prójimo del otro?. El problema no consiste en saber quién es mi prójimo, a que nacionalidad, raza, color, religión, partido, pertenece, la cuestión versa sobre mi actitud respecto a él, como muestra el samaritano, que no le pidió el documento de identidad al malaventurado, sino que lo socorrió inmediatamente.

La parábola muestra una religión que se fundamenta solo en el ritual, por el comportamiento del sacerdote y el levita, que no tuvieron compasión, ni prestaron ayuda al herido. La lección procede de un extranjero, poco recomendable, que sacude su conciencia cristiana y nos dice: "Vete  y haz tu lo mismo". También se trata de una lección cristológica, el samaritano es icono transparente del misterio del Nazareno, que se hizo prójimo de cada hombre y de sus heridas cargando sobre sí sus miserias y preocupándose de sus debilidades.

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