Lecturas del San Juan. Apóstol y evangelista
Comienzo de la primera carta del apóstol san Juan 1,1-4
La carta de Juan expone los diversos criterios para entrar en comunión con Dios, nos presenta un itinerario de fe sobre los compromisos de la vida cristiana que emanan de la caridad y sobre las preocupaciones contra el pecado.
En evangelista fundamenta la fe cristiana sobre el argumento de su testimonio ocular que es la palabra de la vida y sobre algunos episodios esenciales descritos de modo sintético y concreto, Juan, sin embargo, aquí pone el acento no tanto sobre la Palabra, como en el prólogo de su evangelio, sino sobre la vida que Jesús posee y dona. Todo tiene comienzo en la experiencia del apóstol vivida en contacto directo con Jesús, Juan presenta hechos históricos documentables: " Nosotros hemos oído, visto, tocado, contemplado la palabra de la vida. Esta experiencia llega a ser en el apóstol testimonio y ejemplo coherente; este testimonio se hace anuncio valiente a los otros para que participen del mismo don, además, el anuncio genera comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión que en realidad, es auténtica participación en la vida trinitaria con el Padre y el Hijo Jesús; esta comunión hace brotar el fruto de la alegría que colma el corazón. Pero un elemento importante, subrayado por Juan, es el reiterativo nosotros, que nos pone ante la tradición de la escuela de Juan, tradición que desarrolla el testimonio del discípulo amado, basado en la vida divina, hecha visible en Jesús y que el testigo nos ha hecho conocer.
El Evangelio narra los hechos ocurridos en la mañana de Pascua, que tienen como protagonista primera a María Magdalena y después a Pedro y Juan. La noche espiritual en la que los discípulos están hundido cederá el puesto a la experiencia de la fe, que toma el relevo junto a la tumba vacía, signo de la presencia del resucitado. Ante la noticia de que la piedra ha sido retirada del sepulcro y el cuerpo de Jesús no se encontraba allí, Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro. Su carrera revela su amor y veneración y hace pensar en el ansia de la Iglesia que busca signos visibles del Señor, especialmente cuando se encuentra en dificultades por su ausencia y no logra verlo.
Los responsable de la iglesia de los orígenes viven la experiencia de la búsqueda de los signos visibles del Señor, Juan llega antes que Pedro al sepulcro por su institución de discípulo amado, pero Pedro entra primero por su función eclesial. En Juan reinaba la paz y se abre a la visión de la fe, creyendo en los signos visibles del Señor: "Vió y creyó". No es aún la fe perfecta en la resurrección, para esto, es necesario que el espíritu del discípulo se abra a la inteligencia de la Escritura, para que vea al Señor en persona y reciba de Él, el don del Espíritu Santo.
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.
Palabra de Dios
Sal 96,1-2.5-6.11-12
R/. Alegraos, justos, con el Señor
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 20,2-8
El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Palabra del Señor
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En evangelista fundamenta la fe cristiana sobre el argumento de su testimonio ocular que es la palabra de la vida y sobre algunos episodios esenciales descritos de modo sintético y concreto, Juan, sin embargo, aquí pone el acento no tanto sobre la Palabra, como en el prólogo de su evangelio, sino sobre la vida que Jesús posee y dona. Todo tiene comienzo en la experiencia del apóstol vivida en contacto directo con Jesús, Juan presenta hechos históricos documentables: " Nosotros hemos oído, visto, tocado, contemplado la palabra de la vida. Esta experiencia llega a ser en el apóstol testimonio y ejemplo coherente; este testimonio se hace anuncio valiente a los otros para que participen del mismo don, además, el anuncio genera comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión entre los hermanos de la comunidad, comunión que en realidad, es auténtica participación en la vida trinitaria con el Padre y el Hijo Jesús; esta comunión hace brotar el fruto de la alegría que colma el corazón. Pero un elemento importante, subrayado por Juan, es el reiterativo nosotros, que nos pone ante la tradición de la escuela de Juan, tradición que desarrolla el testimonio del discípulo amado, basado en la vida divina, hecha visible en Jesús y que el testigo nos ha hecho conocer.
El Evangelio narra los hechos ocurridos en la mañana de Pascua, que tienen como protagonista primera a María Magdalena y después a Pedro y Juan. La noche espiritual en la que los discípulos están hundido cederá el puesto a la experiencia de la fe, que toma el relevo junto a la tumba vacía, signo de la presencia del resucitado. Ante la noticia de que la piedra ha sido retirada del sepulcro y el cuerpo de Jesús no se encontraba allí, Pedro y el discípulo amado corren al sepulcro. Su carrera revela su amor y veneración y hace pensar en el ansia de la Iglesia que busca signos visibles del Señor, especialmente cuando se encuentra en dificultades por su ausencia y no logra verlo.
Los responsable de la iglesia de los orígenes viven la experiencia de la búsqueda de los signos visibles del Señor, Juan llega antes que Pedro al sepulcro por su institución de discípulo amado, pero Pedro entra primero por su función eclesial. En Juan reinaba la paz y se abre a la visión de la fe, creyendo en los signos visibles del Señor: "Vió y creyó". No es aún la fe perfecta en la resurrección, para esto, es necesario que el espíritu del discípulo se abra a la inteligencia de la Escritura, para que vea al Señor en persona y reciba de Él, el don del Espíritu Santo.
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